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martes, 7 de abril de 2009

COMO PREPARARSE PARA BESARRRRR





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ARMA SECRETA


No te lo puedes creer! ¡Parece que esta noche vas a triunfar! ¡Justo hoy que te has vestido precipitadamente con ese conjunto interior tan poco sugerente que te regaló la abuelita para tu santo! Sin duda este chico va a quedar tristemente impresionado cuando debajo de tu imponente vestido aparezca ese conjuntillo de algodón raído. Pero... ¿quién te iba a decir a ti hoy era noche de fuegos artificiales?

La lencería se ha considerado desde siempre como una de las armas de seducción más eficaces. Los hombres se pirran por la lencería fina. O al menos eso es lo que afirma esos conocimientos populares de los que todas hemos aprendido (y que en ocasiones nos ha desviado tanto del auténtico camino de la sabiduría). Y nosotras no podemos hacer más que complacernos. Porque, en realidad, la lencería también nos seduce a nosotras. Ellas y ellos se rinden al encanto de las más sofisticadas prendas interiores.

Lencería con encanto

Sin duda, nada tiene que ver la ropa que vistes rutinariamente con la ropa que usas para las noches de placer mayúsculo. En el primer caso prima la comodidad; en el segundo, la seducción.

Según el tejido: hay quien afirma rotundamente que el algodón es un auténtico freno para la pasión. Pero no te engañes: el algodón también tiene sus encantos. Hay quien puede encenderse inmediatamente ante un cándido e inmaculado dos piezas de algodón. El raso y el satín son otros de los materiales más elogiados por su capacidad de seducción. Pero si se tuviera que escoger un tejido universalmente sexy, éste sería en encaje.

Según la forma: tampoco en este sentido hay unanimidad. ¿Cuál es la prenda más sexy? Un cubriente body, un minúsculo tanga, un sujetador sugerente, un liguero sujeto con unas insinuantes medias... los gustos determinan cuál es la ropa con mayor encanto. El abanico es amplísimo: tú sólo tienes que seleccionar, probar y elegir aquello que realmente te favorece.

Según el color: una vez más, elegir el color es cuestión de gustos. El negro y el rojo se han convertido en los dos tonos fetiches de la sensualidad. Pero no existen juicios firmes. Puedes optar por los chirriantes tonos brillantes que últimamente han invadido las pasarelas (rosas, verdes, azules, lilas, naranjas...) o recurrir a los clásicos (blanco, negro, granate, rojo... ) O, simplemente, puedes reservar un tono para cada día.

Ponérsela y... quitársela

La ropa puede tener su encanto pero, en realidad, la gracia la pones tú. Las puntillas y las blondas multiplican su efecto seductor con una música envolvente y unos movimientos sensuales. Si quieres puedes aprender de las grandes maestras del striptease, aunque lo mejor es que improvises al ritmo de la música.

¿Cuál es la clave del éxito? Aunque te parezca extraño el éxito radica en la naturalidad. Seguramente no es algo que hagas a diario (aunque si le coges el gustillo podrás aficionarte peligrosamente) pero obsequiar a tu pareja con un sensual baile mientras te desnudas te llenará de placer. Para obtener resultados espectaculares debes sentirte cómoda y relajada. Déjate llevar por el momento y no se te ocurra pensar en lo que él debe estar pensando. Lo único verdaderamente importante es que lo estáis pasando divinamente.

¿Y para ellos?

Ellos disfrutan mirando, tocando, poniendo y quitando. Pero... ¿dónde está nuestro placer? No te conformes con ser el objeto de deseo de tu pareja. Pídele que participe en este juego de seducción. Cariño... ¿sabes que la lencería masculina también se ha renovado? Pónselo fácil: acércale algún catálogo que le muestre lo sugerentes y sexys que están esos muchachitos con esas mínimas ropitas. ¡Uummmm! Dile que tu imaginación se desborda cuando piensas en él con esos conjuntillos y pídele que se compre uno inmediatamente. Y si aún no se da por enterado, facilítale el acceso mucho más: cómpralo tú misma y déjaselo sobre la almohada. ¡No se resistirá!

SECRETILLOS


¡Qué complicado es el amor!


El corazón nos impulsa sin remedio hacia él. Pero, en realidad, ¿qué sabe este músculo acerca de la teoría del amor?


Él nos guía a través de sentimientos e instintos. Pero ¿hay suficiente? Quizá necesites saber algo más. Quizá el amor sea una cuestión puramente sentimental; aunque lo más probable es que una pequeña dosis de racionalidad no nos venga mal.

Las estadísticas confirman que uno de los valores al alza en la mayoría de parejas es la confianza. Él y ella creen el uno en el otro. Comparten su vida, sus ilusiones, sus proyectos... Viven con la frágil certidumbre de que su felicidad es perpetua.

Las confidencias...

Para romper el hielo en el sutil arte del ligoteo, los pajarillos comienzan interesándose falsamente por la obra y milagros del prójimo. Que si estudias; que si trabajas; que si cantas; que si bailas... Pero, el verdadero aliciente es la conquista.

Si surge la chispa y la historia prospera, el interés real nacerá poco a poco. Entonces comienza el tiempo de las confidencias. En el mismo instante en que nuestro corazón intuye que está naciendo el amor se desprenden las ataduras, se deshacen los lazos, se abren puertas y ventanas, nos relajamos... Dejamos que él nos conozca y penetre en nuestra verdadera personalidad.

¡Perfecto! La verdadera unión sentimental nace del conocimiento mutuo, de la confianza y de la comunicación. Pero... ¡cuidado! No abrumes a tu pareja con un chorro de información. Intenta dosificarla.

Explicar tus cosillas está bien. Pero ya sabes que la comunicación es algo recíproco. Así que abre las orejas y prepárate para escuchar sus confidencias. Y procura ser tan tolerante con él como le exiges que lo sea contigo.

Y esos secretillos...

Sí, sí... la confianza, la comunicación, la franqueza... Eso está muy bien, pero también tiene sus límites. ¡Quizá sea mejor que ciertos secretillos no vean la luz! Él insiste e insiste: ¿cuántos amantes has tenido? ¿soy yo el mejor?... Lo pregunta incansablemente pero... ¿estás segura de que lo quiere saber?

Si piensas que tus respuestas pueden herirlo o derrumbar su ego, apúntate a la estrategia de la evasiva o, sencillamente, miente. Y ¡tranquila! Estas inocentes mentirijillas no te condenaran al fuego eterno.